Cuando mis manos con las tuyas tocaste,
la vida me pareció tan distinta de antes.
Tus caricias de indescriptible finura,
me llegaron hasta los más hondos rincones del alma.
De esa manera, la amargura de mi dolor,
dejó de sentirse en mi corazón;
y así aprendí que no debo desear ni querer nada
más en este mundo, y que sólo por ti
existía en la actualidad.
Así sentí que mi sangre, enardecida,
llevaba a todas las fibras de mi cuerpo,
una fuerza nueva, hecha de amor.
Así fui invadido por la fuerza de tu amor,
así, libremente, me abandoné completamente
a las notas simples y suaves de tus finas caricias,
así fui vencido por aquél beso de tu alma virgen.
Entonces, solo entonces, aprendí mi propio valer,
tu amor me hizo ver quién era,
por eso creo en el amor y lo bendigo
porque es verdadero, no simple quimera.