En dondequiera que estés,
al final de este camino,
olvidarte no consigo
y jamás lo lograré;
adonde vaya haz de ser
ese manantial tranquilo,
donde mis males reviso,
donde se quemaba mi piel;
eres divina ternura,
esa flor que es inmortal,
esa luz que nos alumbra
mi capacidad de amar;
llama que no se consuma
y jamás se apagará…