Ya no quedan rezagos
de lo que fueron tus cabellos
cuando en la noche serena
el viento golpeaba tus rizos penetrantes
haciendo de la sombra
un corazón digno de amarse.
Con el tiempo cada rostro
cada caricia nuestra
cada sentir, cada imaginación en el deseo
nos fueron construyendo en el amor
paraísos de flores y espejos
esos reflejos de cada mañana.
Siempre es digno recordar y te recuerdo
pues, como no hacerlo si vales la pena
cada instante
cada segundo del mejor momento
y un último sueño.