ARTIN ZÁLEZ

LA VENTAÑA

No hay como dormir

con los ventanales abiertos

a la montaña y al cielo estrellado,

con tan solo el sonido

del suave discurrir de un río

y el aullido

de quizás algún que otro lobo tardío

que le molesta la luna para cazar.

Y al amanecer,

despertar con el reflejo tenue del sol en la cima,

el canto de los pájaros

o el maullido 

de un gato montés en la ladera.