Carlos Fernando

Escribo adiós con un profundo sentimiento...

Escribo adiós con un profundo

sentimiento de dolor, y de desesperanza.

Te escribo adiós porque no sé

si esta noche podré despedirme

del deseo de abrazarte.

Te escribo adiós, porque al hacerlo

no sé si le escribo a un amor o a tu recuerdo,

o a mis sueños infantiles,

si a mis horas de ocio y desvelo,

si me estoy despidiendo de la vida,

o si me despido tan solo del recuerdo

 que guardé hasta el día

que decidí seguir viviendo lejos de ti,

o si me estoy despidiendo

de mi amor de hoy día,

o si a mis hijos digo adiós

porque hasta luego implica

una esperanza de retorno.

Te escribo adiós con las lágrimas

que inundan mis ojos cuando advierto

que a mis años me sonrío

como el niño que fui, de las mismas

cosas absurdas que me causaban

risa y asombro, cuando tuve cuatro años.

En un tiempo que sepultó la necesidad

de ser fuerte y enérgico y despiadado

a lo que nunca creí llegar a ser indiferente.

A la muerte. Esa insoportable compañera

con la que discuto a diario

disputándole el soplo de vida

del enfermo en turno.

Escribo adiós al compás del Intermezzo

de Ponce para piano, que me trae

evocaciones del amor que se resigna

a la prematura muerte de un amante

y un amor.

Escribo adiós al compás de las notas

de una Sonata de Beethoven

perpetuo enamorado del amor idílico.

Adiós te escribo en esta noche

dejando que sean mis dedos

los que recorran tu figura,

con la torpeza del amante núbil

con la pasión del amante que insaciable

busca los labios donde perpetuarse.

Te escribo adiós al son de un vals

de Villanueva, aquel que abandonó

esta vida poco después de cantar

melancolía en sus notas.

Escribo adiós con el profundo deseo

de escribir poesía.