Pide un milagro,
te dijo aquel arcángel,
sin tú pedirlo.
Y se animaron
tus ojos tan sinceros
y tan azules.
Ojos con vida
cargados de hermosura
y de ilusiones.
Ojos de infancia
buscando mariposas
entre las olas.
Olas de felpa
venían, desdoblándose,
hasta la arena.
En sus orillas
dejaban utopías
para tus labios.
Y allí soñaste,
jugaste con cometas
y con sirenas.
Pero viviste,
sin duda, aquel milagro,
intensamente.
Hoy tú recuerdas
al ángel y al poeta
de los paseos.
Sus alas blancas
sirvieron de consuelo
a tus delirios.
Rafael Sánchez Ortega ©
09/07/22