En mis horas de letargos silencios
Mis ojos buscan un punto hacia donde fijarse,
Mi cuerpo se paraliza contrayendo el respirar
Mis manos tantean en la negra oscuridad.
Un delgado Haz de luz, con partículas viajeras,
Sólo eso cabe por el pequeño hueco de mi pared.
La Luna y yo envejecemos tras el madrugar...
El sol y yo nos limitamos con tibieza.
Y transcurridas al fin las horas de lento paso
Se me ha ido el día esperando un abrazo.
Las manos mías de nuevo han dibujado,
una espalda Que nunca he tocado.
Y de nuevo me encuentro sola en el cuarto
Donde la fina luz me acaricia despacio,
Porque es consciente de que a mis poros
Les hace falta besos, cariño ... Tacto.