angelillo201

Soledades, extinciones, y ecologistas inacciones.

Fue una tarde como tantas de verano,

Un martirio claro, triste, y silencioso.

El paisaje estaba enfermo, las hierbas amarillas.

El olor a podredumbre todo lo invadía.

Mis vecinos compañeros de exclusión,

 enemigos llenos de odio desde la ventana observan con maldad.

Nadie paseaba como es costumbre por San Antonio,

por miedo de encontrarse con nosotros.

 

Sonó un wassap que golpeó mi conciencia perdida.

Era una vieja amiga.

 Hoy como todo el mundo para mi olvidada.

Pero ella recordaba que yo un día fui ecologista,

 y me  mostraba el vídeo de un lago muerto.

Viejos recuerdos del pasado me llegaron.

El vídeo era lo más naif , partidista y progresista que podían haber hecho los ecologistas.

Por eso me aparté hace ya 10 años de ellos.

La laguna que mostraba,  y de sobra conocía  la habían desecado.

 Para sacar 4 kilos a lo sumo de clementinas  que se malvendían.

Lejos de reconocerlo los ecologistas, admiraban que quedara un charco que se observaba desde el espacio.

 Milagros de la tecnología, como la de desecar el lago con motores y tuberías.

Iba a responder si recordaban que allí no hacía mucho anidaban patos, vivían carpas, se llenaba de grullas…

-! Y ahora no quedaba ni una rana!

Pero; ¿ para qué decir nada?

Si yo ya no era nada, ni nada me importaba.

Y todos  ellos habían en estos años progresado, 

mientras mi alma como ese lago se había desecado.

 Ya no había gota que colmara el vaso.

 Ni siquiera había gota, y el agua solo evocaba la melancolía.

Mejor era que se fuera el agua de aquel lago para olvidarlo.

 

Con mis canes paseaba la siguiente tarde por unos huertos ecológicos que yo ocupara.

Y que  desde la compra del ayuntamiento quedaron arruinados y yo  expulsado. 

 Vimos atónitos  la última charca que quedaba

 tan solo hacía dos meses aún con agua que te devolvía la mirada,

 Estaba ahora seca.

 Allí yo cargaba agua fresca, filmaba los cangrejos y los peces, nadaba entre culebras. Dando unos pasos me detuve a leer un cartel en un muro que  aún se mantenía entre el mobiliario roto.

Me escupía  a la cara con sus palabras.

Así rezaba aquella blasfemia burocrática:

: “huertos urbanos del ayuntamiento de Vall d´Uixó”

Luego ponía los costes del proyecto  financiado por los alemanes.

La tarde se hizo aburrida, monotonía de que las cosas nunca cambian , solo empeoran.

Volvimos a casa acompañados del silencio ,sin nada que contar, sintiendo la mirada de odio de la gente entre la que pasaba.

Ángel Blasco.