La madrugada tiene boca de niña
y ojos de sarampión, se ciñe su toca
prístina, y sale a buscar un corazón.
Aquel que niegue sus atributos,
sus pechos rectos, sus rincones hirsutos,
es un necio; son soledad y soledades
las que pueblan su hastío de luto.
La madrugada es una niña con ojos
de fiebre, donde todos se mienten,
para decirse a la cara, que todavía
se quieren. Es la despedida más amarga,
la mentira más hipócrita, la falacia
donde todo termina, brutal y oscuramente.
Es terciopelo desgarrado, y sueños
de inocente, donde todos se aferran
a un recuerdo ausente. Oh! Matemática
de los días azules, cómo huele a lluvia,
tu densa materia incandescente!
La brevedad de la vida para ti, no está
presente. ©