Me encontré tu corazón en la penumbra de un “te quiero destrozado”.
Arrimada al desconsuelo te lamentas...
indignada,
cabizbaja en el silencio de una historia lastimada,
casi a punto de llorar tu ansiedad desesperada.
Te encontré acompañando a tu devota soledad descolorida.
Me miraste con desdén...
apagando tu sonrisa desconfiada...
indefensa.
Me di cuenta que el dolor te arremetió con tal crueldad,
y no dejó ningún motivo a la esperanza.
Tu ansiedad se presentó más temerosa,
te invadieron las sospechas.
Parecía que no había solución a tanta angustia.
Era fácil descifrar el desenlace,
noches largas y vacías,
días llenos de nostalgia.
Un futuro entrecortado,
el amor descompensado...
casi al borde de un barranco de tristezas.
Es así que te encontré…
y te hablé de mis tormentos.
Nos hicimos camaradas…
compartiendo el mismo abismo…
que habitaba en nuestras almas.
Te estiré mi mano trémula y nerviosa,
y no esperé que tropieces…
con los magros episodios…
de mi apólogo inservible.
Me sentí por un momento acompañado…
de tu dulce aislamiento,
de tu mundo indiferente,
cortejada por las mismas inquietudes,
compartiendo esta verdad inconsecuente,
intolerable por momentos.
Pero un rayo inadvertido…
se coló como embrujado…
a trazar en tu semblante…
la sonrisa que ha calmado la tormenta.
Se volvió a ver el brillo en tu mirada,
irrumpió la risa tímida y serena…
que explotó en carcajadas,
parecía que el pasado…
se alejó con rumbo incierto...
y te dejó abandonada justo ahí,
donde yo pasaba un día desconsolado.
Tu figura me cegó con su dulzura.
Tu semblante iluminado me detuvo...
y yo temblaba,
solamente atinaba a contemplar enmudecido…
la fragancia de tu ser inconsolable.
Entendí que mi existencia se apegó de inmediato a tu razón...
y a tu noble corazón desamparado,
y me sentí reconocido.
Fuiste tú por un segundo…
lo que tanto rebusque en mis desvaríos,
el amor que me cansé de escudriñar en mis adentros.
Fuiste acaso la silueta estilizada…
de mujer apasionada…
que hace tanto dibujé con mis poemas,
o es tan solo un espejismo cristalino,
una gota ilusionada en las mejillas,
un capricho como tantos,
un instante de entusiasmos...
una idea?...
¿Fuiste acaso el amor que yo esperaba?