Han parido.
Han hablado.
O mejor, han difamado.
Como popes de la decencia
calumnian a manos llenas
porque más allá del herzio
solo hay mentes enajenadas
y voces críticas, inasumibles,
en este descampado existencial.
Somos los responsables
de la inmundicia y de los lodos
que nos acechan.
El hastío y las ganas de no saber
abarrotan los solares
y comulgan con vino en cáliz fino
en los mentideros del amor,
las risas y las tertulias pusilánimes.
Dame tu droga,
dame tus mentiras
que he de beber.
Necesito fenecer
en medio de esta paja seca,
a los pies de estos popes
mantenidos en sus plazas
como los caldos y las putas viejas.
Y no me rompas la cabeza.