David Arthur

Aquellas mariposas

 

Lluvia, lluvia sin fin, lágrimas de remordimiento

tocan a mi ventana, suplicando entrada,

pero hoy visitas no quiero para molestar

 la soledad de mis pensamientos

 de consuelo  tejidos,

 acordándome de la mañana,

cuando, cual  extraños, despertamos.

*

Despertamos después de una noche,

persiguido por fantasmas de antaño,

que en vez de satisfacer nuestro hambre

con delicias de la razón,

se burlaron de nosotros,

penetrando nuestro orgullo como dagas,  

nuestra falta de prudencia y palabras de crueldad.

*

Crueldad que llenó con pavor nuestros susurros,

que nuestros labios habían conservado para resucitar

los aromas del amor,

una vez deleitándonos,

pero ya enterrados durante mucho tiempo

bajo nuestra fútil y tozuda arrogancia,

cual una rosa sin agua, a marchitarse condenada.

*

Condenados por propia culpa,

cual pollidas volando alrededor de una llama,

que al final sus alas queman,

buscamos en frustración el calor en otras caricias,

para encender el fuego de nuestro libido apagado,

sin darnos cuenta, que de por sí,

no se encuentra el verdadero amor.

*

Amor y lujuria, sentimientos que tratamos como sinónimos,

y aunque intentemos escribir de nuevo nuestros vidas,

la tinta se evaporó en la tirantez del aire,

dejándonos con la pregunta que no pudimos contestar:

¿Aquellas mariposas,

ellas que melodías tan hermosas de unicidad

en nuestros corazones cantaban,

a dondé volaron?

David Arthur ©®

Cuadro de propio pincel