Un ser de luz.
Quisieran las flores, tener tus colores quisiera el universo conservar tu luz.
Una luz que vienen de la selva, que la conocen seres místicos, indios antiguos,
conocedores de la verdad.
Quien te llega a descubrir no se cansa de explorar tus vértices, y tus incontables
lados. Será por que la belleza es invisible a los ojos, o porque nuestros sentidos cambian
todo lo que está a nuestro alrededor.
Eres un misterio de insubordinación al castigo, que se agolpa detrás del camino recorrido.
La vida para ti es un placer, y una alegría: lloras, ríes y eres una luciérnaga, que se niega a
perderse en la oscuridad de la noche.
Tu danzas cuando caminas, caminas cuando decides danzar. Tienes el coraje de una tigresa
y en el fondo, bien en el fondo eres una soñadora dispuesta a convertir su legado en un halo de
Fé.
No temes recorrer nuevos páramos, no te paran los obstáculos y defiendes cada tramo conquistado.
Eres un barco de velas hechas de caña con olor a café. No conoces los límites, quien pudiera abrazar tu cintura para siempre y embarcarse un viaje sin regreso, hacia al pasado desde el presente, y sin querer que el futuro nos dé una última despedida.
Las olas van y vienen en un recorrido sin fin. Despierto y estás ahí, recta, mundana y apasionada.
Lista para preguntar, con la curiosidad de una niña, con ganas de descubrir el mañana.
Quien soy yo para acompañarte en tu paso? Estaré listo para tocar la guitarra en un duelo con el tres?
Primero debería leer las cartas astronómicas que guardo en un viejo baúl, y después, solo después las romperé y dejaré que tu hechizo de mujer se encargue de buscar el norte, en una relación que no tiene nombre pero es fuerte como el roble, y alto como el bambú.
Solo dejaré de creer en ti cuando descubran la última galaxia, a la cual le pondré tu nombre para que quedes suspendida en el espacio y vuelvas a ser un polvo cósmico, como todos.
Es mi recuerdo de ti el resumen de lo que escribo, y sin ser obsesivo, te describo con placer, y soy dichoso por conocer a una mujer así.