Yo aún recuerdo aquel día.
Fue un día de primavera
cuando mocita pasaste
por delante de mi puerta.
Yo era tan solo un chiquillo,
mi corazón de madera
no sabía del amor
ni de pibón de bandera
capaz de mecer la brisa
al compás de las caderas.
¡Honda esencia en tu vagar
de las que marcan con fuerza!:
los rosales florecían
al pasar tu por su vera
y con pétalos carmín
hechos de tul gasa y seda
se adornaba todo el cuadro
dando vida aquella acera.
Una banda pajarillos
acompasaban la escena
con sus notas musicales
de algarabía fiestera.
Bien frotaba yo mis ojos,
por si el sol, tal como estrella,
juicio sano trastocara
o provocara ceguera.
Despejar quise mis dudas
de los efluvios que viera,
con un aura en tu figura
cual si fuera el de una alteza,
resolviendo si era un sueño
y tocarte no pudiera,
o excelsa realidad
y tu fueras mi princesa:
escuela de mis amores,
causa de mi duermevela;
con un cuerpo escultural
y facciones tan perfectas.
Era un rostro reluciente
y dorada tu melena
descolgándose en tu cuello
y en tu pecho enredadera;
eran senos lujuriosos
y aquel vientre rosa fresca,
campo fértil trigo y miel
aflorando por tus piernas;
versos para mi deseo
escritura en mi poema.
Palpitó mi corazón;
corrió sangre por las vetas,
dando pulsos y latidos
y fluyendo por mis venas.
En mi vientre mariposas
de revuelo a mi cabeza
anegada en dopamina,
¡vaya flecha más certera!.
Yo aún recuerdo aquel día
de hace muchas primaveras.
Tu mocita y yo chiquillo,
la mirada aquella intensa…
Dos cometas, un instante,
refulgieron nuestra senda.
Rafael Huertes Lacalle