Ya no quedaban atisbos de amargura en su mirada,
era como si en sus ojos el tiempo se hubiera detenido,
quizá solo para contemplar por un momento su belleza,
quizá solo por querer suspirar un segundo a través de sus labios. Pero el tiempo sabía también cuál era resultado de aquella contienda entre el infinito y el pudor de sus letras, pues, de ellas se reflejaba esa timidez que le caracterizaba como persona en cada segundo. Y con ese delirio de locos, se atrevía por instantes refugiarse de ese frío en la calidez de ese rostro que despedía a ese lejano Sol. Quizá sea en esa luz en donde se haye ese tiempo venidero en su camino. Seguramente de ahí sabrá extraer de sus estrofas, sus rimas; y de ellas, sacar esos versos en donde podrá reflejarse por fin en ese poema que se convertirá pronto en su destino.