Escribo pero no sé qué escribir, solo siento el deseo de hacerlo sin pensar mucho en el contenido. Para calmar las ansias escribo palabras sueltas sin mucho sentido, sin analizar el objetivo y sin tanto rodeo.
Me encuentro sola en mi habitación con música de fondo, acompañada del silencio de la casa y una melodía algo bajonera. Pensando en nada y en todo a la vez, entregada al miedo, aunque no estoy segura miedo a qué, me lo he preguntado repetidas veces y aún no encontré la respuesta que cause tanto temor y tantas ganas de continuar aislada del mundo, de personas que sin duda me aman pero no me hace bien tenerlos cerca, todavía necesito de mi soledad para reiniciarme y así poder encontrarme con aquella persona que alguna vez fue segura de sí misma, divertida y entusiasta. Y aunque ha pasado un tiempo aún no la hayo dentro mío, creo que se ha escondido tan bien que me tardare un poco mas, o quizá se ha ido para siempre... no lo sé, pero no importa tanto, el negro en mis ojos y mi mente esta venciéndome; algunos lo llaman depresión. Yo lo llamo negro, es tan oscuro que asusta, no me gusta, pero tampoco hago algo para transformarlo y que sea mas agradable, siento comodidad y estar sola comienza a parecerme bien, aunque eso signifique estar triste todo el tiempo, la verdad es que no interesa porque he sabido vivir así, esperando la muerte en mi cama. Solo espero sea rápida y placentera, de lo contrario, que sea rápida. Podría adelantarla soy consciente de eso, sin embargo me acobardo por las personas que dejaría sufriendo en mi ausencia, no me atrevo a hacerles semejante acto, no me iría en paz sabiendo que sufren y es posible que aún estando lejos de este mundo continúe en negro, entonces no habrá valido la pena. Pero es que la esperanza se marcho y ya nada me parece convincente, no quiero lo que tengo, no obstante, no sabría vivir sin tenerlo, y me fastidia abrir los ojos y empezar otro día, cumplir obligaciones hasta llegar la noche y volver a soñar con la angustia de almohada, la rabia de frazada, el desgano y tristeza de colchón. No veo salida al final del túnel, me siento estancada en el abismo de un duelo eterno, un luto inesperado pero que sin duda me causa un gran dolor aquí adentro.
La calle me llama, si embargo salgo dos minutos y corro dónde nadie pueda verme, esperando llegar a casa de prisa para sentirme cerca suyo, para encontrar algún sentido, y cruelmente no ocurre porque lo he perdido, hasta que Dios decida llevarme con él, mientras tanto aquí espero, aquí estoy escondiéndome de la vida que aguarda allá, fuera de estas cuatro paredes. Anhelando poder verlo, dos segundos, saber que está bien, que es feliz, para poder continuar esta batalla sin fin.