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El heredero (cuento - tercera entrega)

El hombre no era viejo pero su aspecto de abandono era tal que el Ale y yo nos pegamos un susto de aquellos, sin embargo el “croto” no transmitía, al menos en su mirada, maldad alguna, por el contrario sus ojitos eran pequeños y rojizos y su mirada se perdía mucho más allá de nuestras figuras. Simplemente nos dijo “qué hacíamos allí”…En principio nuestro encuentro fue algo inquietante ya que estábamos en tierra de nadie pero evidentemente cada uno que concurría a “atrás de Minetti” tenía su propio territorio y éste era el de él. Poco a poco pasamos de la sorpresa y el susto a mantener una suerte de diálogo y fuimos transformándonos en una especie de compañía o mas bien cada vez que estábamos aburridos decidíamos ir a visitarlo y él muy amablemente nos cebaba unos mates amargos, de vez en cuando le llevábamos en secreto un paquete de yerba y cigarrillos ya que mi madre siempre me decía que no anduviera con desconocidos. El “croto” era un linyera de 52 años de edad pero aparentaba tener al menos 10 años más, sería realmente dura su forma de vida o tal vez no tanto pero de todas maneras estaba avejentado, nos convidaba a veces un vasito de vino tinto puro y natural ya que por supuesto no había energía eléctrica ni heladera, estábamos en un vagón abandonado, entonces empecé a llevarle una hielera de telgopor con algunos hielos robados de la vieja “Ziam” de mamá. Nunca supe de qué vivía, o sea no tenía ingreso alguno, tampoco lo veía en el barrio pidiendo, él tenía buenos modales y cierta tarde llevé una cajita de dunhill y nos pusimos a fumar entonces me contó que era médico y tenía familia en Buenos Aires, esposa y dos hijos, un varón y una mujer ya de más de 20 años, pero que cierta vez tuvo “un problema” y decidió marchar sin rumbo fijo, así salió a caminar hasta que no pudo más entonces se subió a un tren en Colegiales o alguna de esas estaciones que son todas iguales y llegó hasta Rosario Norte, la estación de trenes terminal de Rosario que estaba allí cerca, luego otro vagabundo le dijo de este monte y se instaló definitivamente. Mi padre era de poco hablar y siempre discutía con mamá, él prefería callar así que no me daba muchos consejos por el contrario el “croto” (como ya lo apodábamos definitivamente) si bien era de poco hablar y muchas veces se perdía en sus propias disertaciones hasta quedarse en silencio mirando fijo, lejos, el horizonte, nos contaba cosas de la vida que luego nosotros las guardábamos como un texto sagrado en nuestras jóvenes mentes. Esa misma tarde “charlamos” mucho de política, de la época de Perón, entonces al croto se le iluminaron sus pequeños ojitos y pude notar su tremenda emoción al rememorar ese tiempo ya pasado, me habló del desarrollo industrial nacional, de la lucha contra los terratenientes y los grandes monopolios, de las conquistas sociales de los trabajadores lo que derivó en lo que llamó “justicia social”, debieron pasar 30 años para que yo pueda asimilar estas palabras en carne propia…

1º de mayo de 1974, la plaza de mayo desbordaba de gente, el general Perón les habla a la multitud: “Compañeros: hoy, hace veintiún años (se refiere a 1953) que en este mismo balcón, y con un día luminoso como el de hoy, hablé por última vez a los trabajadores argentinos. Fue entonces cuando les recomendé que ajustasen sus organizaciones, porque venían días difíciles...No me equivoqué, ni en la apreciación de los días que venían, ni en la calidad de la organización sindical, que a través de veinte años...pese a esos estúpidos que gritan...”. El discurso es permanentemente interrumpido por los cánticos de los Montoneros, entonces se produce la fractura entre el lider y la gente que había luchado (hasta en forma armada) por su regreso, más bien esa fractura la produce el mismo Perón que decide quedarse con la vieja guardia de dirigentes sindicales conocida como la “burocracia sindical” y una línea “Lopezreguista” antes que la juventud peronista izquierdista y altamente revolucionaria que reclamaba participación e incluso parte del poder de decisión. Los Montoneros se marchan de la plaza y comienzan los primeros disturbios entre sindicalistas de izquierda y el comité de organización (CdO) que los desplazan a palazos, los Montoneros dejan un hueco de casi un 50 por ciento lo que indicaría la pérdida de poder de un Perón ya viejo y agotado y sumergiría al país en una ola de violencia inédita, una división que aún hoy luego de 26 años, con la muerte de Perón, el golpe militar de Videla y dos cuasi guerras no culmina. 

Cristina era una linda flaca del barrio, algo mayor que nosotros, a veces suspendíamos un partido de botones para verla colgando la ropa en el tendedero o tomando sol en la terraza de al lado, ella era vecina de mi amigo de toda la vida, y durante todos esos años yo había “soñado” con ella, como ser más “grande” y “alcanzarla” de alguna forma posible. La última vez que la vi fue cerca de Servando Bayo, no recuerdo bien esa canchita, tal vez sería la plaza detrás del Cementerio de los disidentes, o fue cerca de Boulevard Seguí, el Rola hizo un desafío en la zona oeste de Rosario y yo la vi sentada allí a un costadito, detrás del arco, estaba con un hombre algo mayor que ella, de bigotes, íbamos ganando 1 a 0 y al final nos cobraron un penal que no era y nos empataron, el Ale como siempre se agarró a las piñas, como dije era flaquito, rubión y de cachetes colorados, pero era ladino y no arrugaba, jugaba de 9, cobramos todos o casi todos, el Rola gritaba cuando nos íbamos “somos los ganadores morales” como si en el futbol existiera el merecimiento…lo que vale es el resultado y a Cristina finalmente la buscaban cuando le explotó una bomba en sus manos cuando la armaban junto a su pareja y escapaban heridos por Rosario buscando un médico que los ayudara. Hace unos años dicen que los padres encontraron sus restos o de alguna forma se los devolvieron. Aún rezo por ella.

 

continuará...