Llora la gaita de un noble gallego,
rompe el silencio con voz angustiada,
vaga errabunda en la gris madrugada,
yendo a enterrar a su amor solariego.
Frente a la tumba prendido ya el fuego,
lírica entona a salud de su amada,
vuelve la gaita a gemir destrozada,
su alma deshecha reitera con ruego:
¡No me abandones amor de mi vida,
no me condenes a tanta tortura!
¿Notas que dejas sangrante mi herida,
que hasta los huesos atroz me fractura?
¡Vuelve mi amada, si no, ya perdida
muere mi copla en la vil desventura!