Escuchando el rugir del oleaje, el espíritu se agiganta,
en su profunda soledad, sueña que se besa con la luna,
suspira, al sentir el aroma marino y salado en el viento;
del profundo mar, que gustoso le ofrece sus perlas y corales
Cual ave presurosa, prepara el vuelo buscando el nido,
preservando su límpida belleza entre tantas tempestades,
después de soportar sus noches de tinieblas y vacío;
el alma, al contemplar los astros luminosos, se complace,
al sentir el ósculo perfumado del alba en la brisa del rocío
Indomable, retumba el relámpago que estremece y levanta,
del mar que no duerme, con su salvaje oleaje de reproche;
descubre el oscuro velo, que su espíritu importuna,
en el tálamo de amor, en el negro abismo de su noche