He visto cosas que no creerías
he visto la presencia de lo divino en tu iris
he visto resurgir la fe en esta pobre alma muerta
ante el simple roce de tu mirada cautivadora.
También he visto parajes lejanos, allá por las marcas en tu cuello
vi agujeros negros nacer y morir en el negro profundo de tu pupila
vi también la eternidad extenderse a lo largo de los minutos que esperaba tu llegada, qué cada vez se hacía más larga.
Presencié también el espectáculo de colores
mientras bailabas en la lluvia
y el calendario diluirse en una corta ilusión de tiempo
vi la luz descomponerse atravesando los cristales de tus lentes empañados, entonces, supe lo que era perderse.
Vi la muerte de lejos, también como se acercaba
y el día que tú no estabas fue el día de su llegada
pero en vez de matarme me regalo una última vida.
Vi todo eso y luego...
Luego marchaste sin causa ni respuestas
al menos yo nunca supe de estas
dejaste en mis palmas cual clavos en la cruz clavadas dudas que me llegaron hasta el alma.
Dejaste en mi noción un desorden de horas
perdiendo la certeza de cuando es el ahora
también problemas de sueño que aún no solución
y un terrible odio hacia la vida y el todo
Pero también dejaste en mis los recuerdos que te he dicho
y entonces de nada habrá servido este escrito
pues tarde o temprano llegará el verdecito;
Y tal como lo dicta la ley universal
todo esto entre tú y yo, ni siquiera sucedió
somos tan mortales y tan fugaces
que sin darnos cuenta el vacío ya nos fundió en su marcha
y hasta esto, me temo, se perderá entre el olvido.
Se perderá entre la memoria
como aquella vieja canción que jamás volví a escuchar
o ese sentimiento que solo la nostalgia me trae
se perderá en el tiempo como los grandes de arena que se escurren de una mano
y que al abrirla se da uno cuenta que estos se han esfumando
y en apenas unos meses hasta tu rostro habré olvidado.
Pero, aunque tú hayas partido y todo esto esté perdido
en algún hueco del tiempo que me traerá el futuro, te esperare
con fe inquebrantable y paciencia inamovible, te esperaré
con la paciencia que un padre educa a su hijo
perdonado con el tiempo hasta el último fracaso, te esperare
con la añoranza que la flor marchita espera una última llovizna, te esperare
como la amada espera al soldado que ha partido y jamás ha de volver, pero teniendo fe,
la misma con la que el orador espera el milagro
culpando al gran creador si este no se cumple y amándolo si es que si
con la misma fe que uno espera tiempos mejores
con el pecho en alto y mirando al horizonte
respirando bien hondo a pesar de lo que venga.
Y tal vez algún día vuelvas
y cuál Alba te proclames
anunciando tu llegada con el canto de las aves
entonces yo sabré que solo fue una mala noche
y podré continuar con lo que resta de mis días.
O tal vez -y muy probablemente- no vuelvas
y al igual que todo esto, yo me vuelva olvido
moriré esperando sin saber que de ti ha sido
y hasta este recuerdo habrá perdido en el tiempo
como lágrimas en la lluvia o cenizas en el viento.