Quién pudiera amarse a sí mismo con la misma facilidad que se ama a alguien mas, mirarse en un espejo y comenzar a quererse de a poquito sin vergüenza de lo que se ve reflejado. Gustarse tanto como una flor, o una canción o un simple platillo en la cena.
Despertar cada mañana recargado de afecto y dulzura para con uno mismo sin detenernos a pensar en el qué dirán... quién pudiera, dime tú, si existe tal ser que no se ha dejado llevar por comentarios tontos, al menos una vez. Esos prejuicios que pueden hundir a uno en tan solo segundos, generar inseguridad y poco a poco rechazo hasta llegar a odiarse mientras llora desconsoladamente tras una puerta cerrada, teniendo el cuidado de que no la oigan para no dejar al descubierto que lograron su propósito; herirla para siempre o hasta que pueda recuperarse y volver a jugar con mejores cartas que aquellos patanes que quisieron acabar con tanta belleza y pureza.
Quién pudiera tener tanto ego para resbalarle aquellas miradas de odio y envidia, dime cómo se hace para pasarlos por alto y continuar sin haber sentido el golpe justo cuando iba a brillar, para mirarse al espejo y amarse aún mas. Dime quién, y háblale de mi, quiero aprender a quererme como nadie, que conmigo alcance para estar bien, para vivir y disfrutar de este mundo tan lindo y cruel.