Cuando trato competir, sale algo a su manera
y dejando una idea sobre la faz coqueta:
se pretende presumir la sonrisa completa
aun cediéndole al viento la intacta primavera.
Cuando llegan rivales entre aplausos susurran
que mis letras ponderan al frecuente delito
y respondo contento que de nada se aburran;
y les digo constante que yo nunca compito.
Al comparar el oro, nada iza y nada crece
y la fortuna imperial eleva su mercado.
El pobre sigue pobre, nunca paga el pecado
y cada cual sustenta lo que se le apetece.
Competir en el mundo, sale todo distante,
hasta el campo murmura, no comprende del todo:
el lauro del perdedor dos lobos de diamante
y el premio del ganador es bañarse en el lodo.
Samuel Dixon [21/07/2022]