Mis dedos son pinceles
creyendo poder dibujar,
alquimias alejadas
de álgebras cuánticas,
fórmulas bondadosas
próximas a la amistad.
Pringados mis dedos
de árida harina,
de una masa para amigos en la cena.
Una cena; con ensalada de yogur
y frutas,
revuelto de gambas con huevo
y carne mechada y pimiento,
introducidos en las arepas.
Mientras, escuchaba en el espacio;
¿inerte?
voces de antaño,
(se repetían,
_como clones de si mismas,
sostenidas por
la caducidad de obsoletas
creencias y conceptos_
no sé porque,
ni desde donde,
eran parte de pasados
conversados).
Un cúmulo de palabras
habidas en tertulia
y confidencia
en alguna ocasión.
También, aparecía
(sin ser llamada ni buscada)
la nada y describía trazos
sobre el espacio repleto de vacío.
En ese aire,
poseedor
y poseido,
desposeído de fragancias
conformadas por materia.
Sabiéndolo yo;
vacío de nada,
y lleno de algo.
Siendo baritono...
el vacuo sentido,
extensión compactada
de creación,
elemento orquestal
que dilucida desde
una obviedad de transparencia.
Aquí, en la misma cocina
desde la cual te hablo;
ahora!
Escucho a la orquesta,
disfruto de los compases.
Menguado el absurdo distancial
oígo una calma y su son,
(son cubano,
merengue venezolano,
tango argentino,
cumbia panameña y colombiana,
ranchera mexicana,
y tantos otros bailados,
entre ellos; un taconeo,
de buen flamenco español.)
Veo la batuta,
el dardo y la lanza,
Permitiéndome,
subo y bajo escalones,
transito,
me invade la vida.
Ésta, escaladora acompasada,
alianza destrepada,
de formas perfectas
hechas danza.
Animado por un jolgorio sintomático;
el director_(desde una estrella)
compone y entrega
dichosos efluvios planetarios.
(él; se rasuró la barba
y mutó en sonido,
tranporta, reparte y arrima
lágrimas de luz).