No hay mañana para el presente del ayer,
Solo resonando en la lejanía el eco de las trompetas,
Que funebreras anuncian con júbilo,
El triunfo sombrío con la muerte de la esperanza,
No puede verse otra patria en los hijos de nuestro tiempo,
Somos herencia de cadáveres que no se pudren,
Somos voces nuevas de gritos ahogados,
En nosotros hay sangre seca de siglos sin norte,
En todos hay vacío de nuevas formas, con vientos fuertes de pretéritas costumbres
Y en todas ellas, sigue existiendo la esperanza que también sigue muriendo.