Pensaba que era mía, mi cercana sombra,
¡Que nefasto error! ¡Cuanto tiempo derramado!
Es tu bella sombra la que duerme a mi lado
que a cada paso expande una cálida alfombra
para que nuestra admirable vida no ensucie
ese manto florecido que hemos bordado,
para que Campanilla con su vuelo anuncie
cuanto nos amamos, y nos hemos amado.
No hay campos que una bella flor no aromatice
el aire con una brisa perla de lujo,
ni alba sin la luz que el sol cada día luce,
ni agua que no se haya tendido en sus aflujos,
no hay vida más allá de tu gélida ausencia
que sangra mis recuerdos con fuertes latidos.
Busco tu sombra con el ahínco de la insistencia
en las pesquisas para que cuide de mi nido.
Tu sombra borra los colores desechados
del cuadro idealizado de mi persona,
y blanquea pensamientos ennegrecidos
con una túnica pura que acondiciona
acariciando los sentimientos más amargos
con la mirada que atraviesa mi interior,
rompiendo la esclavitud de periodo largo,
liberando de penurias mi corazón.
Requiero tu sombrilla en este carnaval,
que me proteja siempre con su larga sombra
de los disfraces que no debo arropar
y solamente seleccione aquel que escombra
mi deshonesta alma de polvo y malestar
hasta que limpie totalmente mi conciencia
y sus densos sabores dejen de amargar
los frutos endulzados de la convivencia.
La noche es la sombra del descanso del día,
y el día la claridad que expulsa a la noche,
Tu sombra dibuja la imagen de mi vida,
es nuestra vida liberada de reproches,
que algodona nuestras extensas relaciones
como el bebé que duerme en la mullida cuna,
y las velas del barco que son sus bastiones
moviendo el gran abanico que el viento aúna.
José Antonio Artés