AYER,
arrogante, hirsuto,
pedregoso, oscuro,
tirando a negro y
perdido en crápulas
bohemias en exceso.
HOY,
apacible, sereno,
impertérrito, claro,
tirando a puro.
Me das a entender,
con mirada acusadora,
que volver contigo
arrepentido es
imposible ahora,
pues el estigma de
la inocencia de no
ser inocente, la culpa
de no ser culpable y la
pureza en que ando por
impuro, siempre
estarán presente.