Joseponce1978

Nuestros girasoles

Plantar girasoles era una de esas actividades que siempre he tenido guardadas en el cobertizo del \"algún día lo haré\", pero por falta de decisión lo he ido posponiendo un año tras otro.

Desde mediados de invierno, por la guerra en Ucrania, uno de los principales países productores de girasol, se ha oído mucho hablar de esta planta, y mi determinación por plantar algunos estaba cada vez más cerca. Mi hija, que muchas veces pareciera leerme el pensamiento, me comento a principios de primavera que le gustaría plantar girasoles, y su petición me animó definitivamente a ponerme manos a la obra.

El cultivo de girasol era algo totalmente novedoso para mí, y aunque la mayoría de las plantas requieran una serie de cuidados comunes, cada variedad es un mundo en cuanto a la cantidad necesaria de riego o luz. El primer paso fue buscar la simiente. A finales de marzo fuimos a una tienda especializada en productos para la agricultura o la jardinería y allí compramos un paquete pequeño de semillas. En el paquete no venía especificado con claridad la variedad de girasol, y las semillas que contenía eran de un tamaño pequeño (una cuarta o quinta parte de las que se venden peladas o sin pelar en las tiendas de comestibles para comerlas enteras), por lo cual estimé que se trataba de una especie ornamental.

En una bandeja de semillero, con alveolos independientes para cada plántula, sembré unas 10 semillas, de las cuales me germinaron 8. Allí las mantuve durante un tiempo aproximado de 1 mes, hasta que echaron el segundo o tercer par de hojas y su crecimiento se ralentizó por una evidente falta de espacio para el desarrollo radicular. Entonces llegó la hora de transplantarlas y dudé entre pasarlas a macetas medianas o plantarlas directamente en el suelo. No tengo buena mano para las plantas en maceta y tarde o temprano, sin saber bien los motivos, se me terminan secando. Este año ya me ha pasado con un alhelí que plantó mi hija en el colegio, como parte de una actividad para la asignatura de ciencias naturales. Sin encontrarle explicación, de un día para otro se secó cuando estaba creciendo bien. Luego me arrepentí de no haberlo plantado en la tierra junto a los girasoles.

El inconveniente de transplantarlos en el suelo es que ahora mismo vivo en la ciudad y no puedo ir mucho al campo (una vez por semana como mucho) ,y por lo tanto, no tenía claro como iba a poder regarlos. Para ello busqué algún método casero de riego por goteo, e indagando en internet me decidí por un método muy utilizado por los agricultores en sudamérica, que consiste en practicarle un agujero a una botella de plástico en la base, enterrar la botella hasta que el agujero quede bien tapado por la tierra, llenar la botella de agua y cerrarla con el tapón. De esta manera se crea un vacío dentro de la botella y el agua va saliendo lentamente por el agujero, manteniendo así la tierra de alrededor humeda. Se sitúa la botella en la tierra y junto a ella, en el mismo lado que el agujero, se pone la planta.

Según me informé, los girasoles no demandan grandes cantidades de agua, y fiándome del método de la botella, con el apoyo de un riego abundante semanal, seleccioné las 4 plantas más vigorosas y las transplanté, en una delicada operación, con cuidado de que no se rompiera el cepellón, lo cual habría significado la muerte casi segura de la plántula.

Con el suelo sabía que no iba a tener ningún problema, por tratarse de un substrato que se ha ido compostando a base de ir arrojando allí durante años tanto deshechos vegetales, como estiércol de conejo o gallina. Todo ello sobre una base de escombro que facilita el drenaje. Vamos, todo un paraíso para el desarrollo de las raíces. Cuando me harte de hacer experimentos, mi idea es plantar allí unos rosales.

A los 2 o 3 días de pasarlos a la tierra, el crecimiento del tallo en el proceso vegetativo comenzó a ser fulgurante, y cada vez que los veía, medían como 1 o 2 palmos más que la semana anterior. La espera y el sufrimiento han sido eternos por la incertidumbre de no saber si me los iba a encontrar secos, sobre todo en este último mes de calor infernal. Pero no, quitando algún día en que me los he encontrado con las hojas agachadas por falta de agua, en todo momento han mostrado un aspecto saludable. Las hojas son el mejor indicativo de la salud de una planta, y si se ven amarillentas, constatan que algo no va bien. No ha sido el caso, y las hojas con forma de corazón de las 4 plantas se han mantenido en todo momento intensamente verdes y mullidas como las hojas de la lechuga.

Su crecimiento ha sido tan imparable, que le pidieron al cielo que se apartara para dejarles paso. Ya han superado los 3 metros de altura, y la más alta debe rondar los 4 metros. Creí que a cada planta le iba a salir una flor en la copa, pero cuando empezaron a nacerle multitud de capullos en todas sus ramificaciones, supe que se iban a llenar de flores, como así ha sido. Una planta ha adelantado unos días su fase de floración, y ya esta semana mi pequeña y yo nos hemos quedado absortos al presenciar los primeros girasoles, desprendiendo tal esplendor, que en lugar de mirar al sol, ¡Se miraban entre ellos!

El girasol es una obra de arte de la naturaleza, ya no solo por su peculiaridad de buscar la orientación del sol, sino por su sobrecogedora belleza, con el disco central del color de la tierra fértil y sus pétalos deslumbrantes. Es una flor que simboliza el amor o la felicidad, entre otras cosas, y si te fijas bien, en noches de luna llena podrás verlos transformándose en giralunas.