Blanco como la nieve, tus rulos hermosos; no mides mas de treinta y cinco centímetros, cuarenta a lo mucho, tu nariz negra y cálida... con ojos marrones y una mirada que expresa tanto y genera un enamoramiento perruno y humano entre los dos. El silencio es bello cuando tu alma habla a través de un lengüetazo, tu presencia en el momento justo, cuando caigo después de un golpe cura cualquier herida y de paso roba una risa.
Mi viejo amigo, cuántos años juntos... ¿doce tal vez? Sí, doce hermosos años juntos sin despegarnos del uno y el otro, cuánta historia guardada en el corazón, cuánto amor dado.
Ahora tus ojos de a poco pasan de marrones a blancos, el pelo ya no crece con la misma rapidez, los dientes comienzan a caer uno por uno, tus pasos cada vez mas lentos; ahora prefieres pasar mas tiempo acostado. Los años están reflejándose, lo veo en tu carita, ya no toleras que se te acerquen demasiado, te has vuelto mas cascarrabias, en la calle pides que te alce; te cansas fácilmente y dejas de caminar. Pocas veces se te escucha ladrar y pocas veces te veo en el patio haciendo guardia o simplemente observando el barrio, y rara vez también te veo jugar con otros perros, aunque, nunca has sido el mas sociable; - ¡ja! Creo que eso es culpa mía, ya que el parentesco es obvio. Y ahora que lo pienso, tu carácter se parece al mío, no somos muy tolerantes que digamos y sin embargo tu cariño no ha cambiado, sigues brindándome todo lo que eres y eso es un regalo único, y yo intento devolverte tanto amor de igual forma, y créeme que verte o sentir tus patitas asomándose despacito a la puerta de la habitación, o de la cocina, o por dónde fuere, me genera alegría y me transmite tranquilidad porque es una señal de que aún estas para mi, y me devuelve a la realidad el solo verte entrar y acostarte precisamente al lado mío, para que te mime, te cante o te hable de cuánto te amo... y entonces en ese momento cierras tus ojitos, me abrazas como puedes con la pata derecha, te abrazo y nos dormimos acompañados y felices.