Este amor,
con balcones detrás de los armarios,
tan flaco y arrugado a veces,
que pareciera haberse quedado sin aire,
acostumbrado a envejecer entre palabras,
y, no obstante, tan lleno de silencios,
tan pálido en la ausencia,
tan gris en la distancia,
tan débil como carne desprendida del hueso,
azul como el eco de una lágrima
aún arde sobre la leña seca de los atardeceres.
Porfiado amante bajo el disfraz del sueño,
noctámbulo agrimensor de mis cavilaciones,
apenas es latido balbuciente,
gota a gota de un azogue rápido
que, escondido en mi pulso,
corre también bajo tu piel con falso nombre.
Por un instante, me detuve a mirarte,
vestías la desnudez de la tristeza,
y tu sombra se alargaba
como palabras en busca de una despedida.
Qué extraño amor el nuestro,
que navega en el fondo de una copa
cuando la noche aúlla
respondiendo al ladrido de los perros.