Un huracán entre mis sábanas
soy y no me atan ni con más drogas.
La realidad es una soga
que tú me aprietas en torno al cuello:
una sinrazón me agobia constantemente
y no sé quien soy si no lo hago,
si no cometo el pecado...
Al fin y al cabo arderé en el infierno
de todas formas por mi mala sangre,
por tantos días y noches
como se cuenta en la fábula
esperando una llamada,
manteniendo una correspondencia con nadie,
por torcer mi cauce deliberadamente
hacia la exclusión en clandestinidad
de mis rimas buena parte.