No se muere el amor
porque lo intentes,
ni porque en tu creciente
agonía de calor ardiente
le quieras matar,
aunque te presentes
en la colina más alta
diciendo a todos a puro grito
que no lo necesito,
con mis dedos me basta.
Cuando el amor nos fortalece
y nos engrandece, no se muere.
El amor cuando es cultivado
entre las fibras más potentes
esa que fuerza te ha dado,
no se muere, no lo intentes.
No lo digas porque mentiras
atrevidas las hagas creer,
es posible que después te puedas
arrepentir de hacerme pensar
que lo mataste cuando siento
que hay un movimiento
en tu fuerza varonil la que
me hace sentir.
Se levanta sobre tu cremallera
la naturaleza que hace estrella
fulminante
como luz radiante
del amanecer, que tanto se esperan.
Estoy por creer
que no se nos puede morir el amor
cuando entre mis poros
se vislumbra un arcoíris de ganas
que con tus labios y la saliva
al insistir, lo activas…
se desgrana todo pureza
arriba de mi cuerpo
que es tu presa
y lo sientes como suspira.
Mira como lo hemos hecho
en esta forma tan increíble
y tan menos pensada,
que tocando mis manos
y tocando mi latir,
besando mis senos
y expulsando un gemir,
me he dado cuenta
que no se puede morir
porque quiere en mi seguir
lleno de nobleza.
Ese sentimiento no se inventa
a pura cuenta de protección
ni en un conteo de honor.
Este amor apasionado es mi vivir
él siempre en mi cuerpo encuentra
su escondite inmenso y sensual
del que ya no puede salir.
No todos saben usar la boca
para mencionar el verbo
a través de la palabra,
esa que te hace gritar
en un profundo silencio al amar.
No, mil veces no,
¡el amor no puede morir!