Has perpetrado mi solitaria noche, te he sentido tan cercano y mi corazón ha brincado ruborizado.
En tu invasión no siento miedo, sino profunda calma.
A la distancia te espero, ¿eres tú quien me ama, quien murmura del otro lado de mi puerta?
¿Puedo bajar acaso mis armas, buen señor?
¿Es usted quien acabe mi helada y el fuego de mis prados?
Mis noches han sido solitarias, sumergidas en silencios y estallidos internos.
Y ahora ante mí lo tengo a usted.
Jardinero de mi alma.
Donde mis ojos descansan de su llanto, y ni el frío ni el calor desatan mi caos.
He bajado las armas, la primavera estalla, me ha nacido un amor, bienvenido buen señor.