A ti Paco.
Me faltó conocerte siendo de mi ciudad.
¿Te vi alguna vez por alguna calle y no supe
si eras tú? Es posible, seguramente.
Recuerdo que hace años, cuando frecuentaba una asociación de escritores
te quise hacer coincidir allí, pero no entraste al trapo de mi cita.
Ahora ya es tarde. Te notaba triste en tus escritos, realmente triste, pero no le di la importancia que parece que tenía. Pensaba que eran penas de amores o crisis existenciales que supongo que todos hemos tenido alguna vez en la vida —si hemos vivido—, pero las raíces de esa pena eran profundas, por lo visto, y debían estar horadando poco a poco pero insistente las telas del alma, hasta rasgarlas de luto y final.
Me quedé con las ganas de verte en persona, al menos. Eras joven, supongo después del desenlace que debías de ser como ese árbol que se adivina frondoso y fuerte a la vista de la corteza y las ramas, pero que encierra un mal que solamente sabe brotar cuando impera su dominio destructor.
Nos quedamos huérfanos todos los poetas del alma de tu talento andaluz, de tu analítica manera de mirar las profundidades, a las cuales creemos llegar pero que la vida una y otra vez nos enseña que no, que todavía quedan metros de oscuridad por debajo.
En la foto de tu perfil, que no aprecio con claridad, quiero ver a un cuñado mío, se parece mucho a ti jajaj. Estoy buscándote en la red y he localizado una foto en la que te puedo ver mejor, aunque apareces mirando hacia bajo, propio, deduzco, de una introversión que te llevó a la escritura, como supongo que en mayor o menor medida a todos.
Espero y deseo que en esta mudanza, este sitio en el que vas a vivir a partir de ahora, halles el sosiego que no alcanzaste en el más acá.
P.D. Por favor, no dejes de escribir allá donde estés. Te seguiré leyendo, y seguirás formando parte de mi lista de amigos.