Las lágrimas en tu oficina
tienen ese color blanco marfil
que se queda en la carretera
cuando deja de llover al fin.
Tú uniforme negro y gris
refleja tus sueños del revés
y un futuro frío y hostil
que aún no has podido ver.
Un día comprenderás
que este no es tu lugar,
lejos de aquí marcharás
y solo te podré recordar.
Un día las distinguirás,
las lágrimas en tu escritorio madera,
un día las comprenderás
y tus ojos brillarán de otra manera.
Entonces, cuando te hayas ido
quedarán los amarillos de la madrugada
el recuerdo de tus ojos cobalto
y una persona libre, fugada.