Era como un mago que vino desde el Oriente,
con su mágica guitarra, con cuerdas de plata.
Así llegó, abriéndose paso, con una serenata.
Y, siempre teniendo, ese tono complaciente.
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Nada que criticar en su gentileza con la gente.
Ese su don de músico prodigioso, se aquilata.
Fue lindo reunirnos alrededor de una fogata.
Más aún, Él mostró su trato cordial y decente.
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El tiempo pasó corriendo y se apuntaba el día.
Nadie ha dormido, y el músico está muy alegre.
Se escucha a mi madre y humea el oloroso café.
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Todos, a una voz, solicitan una última melodía.
Le rogamos a mi madre un café y que se integre.
Conociendo a mí madre que nos cante le insinué.