Quiero esparcir en la dulce cimera
de tu vientre las rosas de mi boca,
incrustando de besos tu desierta
sombra, mientras el ímpetu asoma
con fulgor humano y tu alma libera
caudal de palomas.
Déjame oradar tu boca bañada
en mares de mil colores, donde cielo
y horizonte en la nada acaban.
Todo mi ser es un panal abierto
por tus anhelos en bandadas,
y confuso como el viento.
Apretaré tu cuerpo suave
como abrazo un árbol en el campo.
Mis manos harán que desate
el lazo profundo de tu breve tallo
y no habrá más que codicia y alarde
en un breve tiempo eternizado.
¡Oh ruiseñor de mi asombro,
tu entrega abre llamaradas!
No existen más que distancias sin retorno
en esta hora clara.
Mi piel de hombre se va entre los oros
y las sombras blancas,
me queda sólo el corazón sonoro
tiritando entre tus alas.