Oh mujer…
Que curvas…
Tu azabache cabello, es el telón, que abre mi obra predilecta.
En tu ágil percepción de mujer, poblando mi sosiego, conoces mi caminar.
Me encanta la elipse de tu corazón, la que me enseña desde su tierno palpitar, amar.
Tú lóbulo occipital, tan lleno de sorpresas, lo vistes con tu piel.
Cuando enciendes tu lóbulo parietal, decretas calladamente lo inevitable.
Un coctel puro de hormonas que me embriaga cuando desciende, a mi humana intimidad.
La crueldad de tu suspicaz lóbulo frontal, con sus curvas divinas, callan el tan esperado si.
No te deja ni siquiera, por misericordia, escuchar mi voz.
Te hace girar la mirada de una forma atroz.
No tengo la llave, ni sé la combinación para penetrar al interior de tu resguardo,
El celado; lóbulo temporal, mi paraíso, mi lampara mágica, puerta abierta a mis deleites.
Solicito permiso de intuir en lo más íntimo de tu corteza somatosensorial,
Pero siempre está ocupada.
No logro gozar del beneplácito de tus suaves caricias.
Escuchas más tu corazón, no finjas oídos sordos a mi voz.
El telencéfalo, después lo entenderá.
Porque siempre procesa erradamente mis bienhechoras intenciones,
Sin repasar mi buena bondad.
Te aseguro, que solo anhelo un par de caricias de más…
Y un amor eterno, nada más.
Que lógicamente, es y será… el tuyo, mi amor.
Lo demás…
...Serán perennes y gratos recuerdos.