Sentí su temblor y el olor de su cabello,
Sus mejillas suaves rozaron mis besos,
Un quejido leve y su cálido aliento
Llegó a mis oídos como un tierno destello…
Con las puntas de mis dedos tome su cintura
Acercándola a mí hasta ceñirme su torso…
Mis besos viajaron de su mejilla a su boca
Como excitantes notas de una bella obertura…
Nuestros cuerpos atados a los compas del deseo,
Trenzados en un acto de fuerte pasión,
Rompieron el cauce de mi amor primigenio…
Pero llega la hora de su triste partida…
Y su cuerpo de suaves montes y valles,
Se marcha una tarde… sin despedidas…