Francisco Villa

Chance

En la noche oscura y fría 
todo el pueblo está desierto;
hay un gato en la vereda
y en la calle silba el viento.

En un bar de tenues luces
unos cuantos parroquianos 
se consagran a las copas,
de sus penas refugiados.

Entre tangos y milongas,
en la pista improvisada,
las parejas se congregan
y sus cuerpos entrelazan.

En la esquina de la barra
ella está sentada sola
sin mirar a ningún lado
meditando frente a un vodka.

A pesar de su misterio 
no se arriesga ni un cortejo
pues más vale una ilusión 
que un fracaso bien concreto.