En nuestro silencio de estrellas
los dos nos vamos queriendo,
como se quieren la hierba y el viento,
como abraza la lluvia las piedras.
Me quieres con tus soledades
que ante mi abren sendero.
Tu amor es un abierto anhelo
como un bosque, como enjambre.
Mientras va creciendo mi alegría
como la fe de un nuevo rezo,
te amo con esta rosa del beso,
candor hondo de luz enternecida.
¿Qué sería yo sin ti bajo este cielo?
¿Qué serías tú sin mis abrazos?
Los dos sin amor, desamparados,
transitaríamos años de desvelo.
En la noche hay caricias y sueños,
y manos que vagan en silencio.
Los árboles lentamente enternecidos
entonan sinfín de cuchicheos.
Ah, no huyas pergamino de la noche,
que las sombras sin tiempo
son tibios remansos y los jilgueros
del pecho retumban feroces.
Amor! Aún quiéreme en la abrupta alba,
que quiebra el horizonte,
y lentamente la penumbra roe,
y acerca la razón como una garra.
Quiéreme! Que somos unidad
entre el vestigio de lo umbrío,
lazo perpetuo en lo desconocido
con las raíces del nuevo día.