Antonio Liz

El Espejo

Soy juez, abogado, y aquel objeto condenado a cadena perpetua. La bipolaridad realista de cada día, la rectitud viva sin chispa de hipocresía. Despiertas con cara bonita, pero al asomarte enfrentas aquella mentira. No busques más arrugas por mi culpa, me lavo las manos como Pilato, ya que eres tu propio resultado.

 

Esa media vuelta ya no te luce, no estás para faldas cortas, tela que grita sin ser seda. Me intriga tu pelo imaginario, bienaventurado es el peine, que se pasea en esa calva de luces de escenario.

 

Llegarás tarde a tu fiesta, aleja tu chemba de mi presencia, pintalabios que salpican, por utilizar tus labios como una brocha expresiva. El tinte no te dará seguridad de ser hermoso, pero por quererte tanto, reprendo aquella lluvia, que se manifiesta por vestirte de negro.

 

Sí, sí, es una espinilla, también necesitas dentista, no pelees conmigo si tus libras han quebrantado tu despertar. De lado izquierdo la puerta no la puedo ver, del derecho menos, no pose de lado a lado, a menos que coincida con el peso que consideras dañado.

 

Tu abogacía me aborrece, es preferible aceptar, en vez de tratar de moldear lo voluminoso.  Gritas, sonríes, me quieres, me odias, me evitas, pero insistes día a día de la misma mímica. Nunca impido que te animes, y menos que tengas posibilidad, lo visible es lo Imposible de engañarte.