Del Orinoco y su caudal tengo yo unas historias;
y hoy he ido recordando, mis tardes en ese río.
De mi padre tengo sus cuentos y sus memorias.
Él me contó que, por ese río, se perdió mi tío.
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Años después mi viejo tenía congojas notorias.
Contaba que esa huida constituyó todo un lío.
No volvió y no se le hizo el rito de la mortuoria.
Arístides se fue y dejó tras de sí, un gran vacío.
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Las bravas aguas del río Orinoco son de cuidado.
En este caudaloso río se ocultan muchos secretos.
Los naufragios son ciertos, también los muertos.
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El problema por la ida del hermano fue intrincado.
Decía mi padre que, hubo hasta edictos y decretos.
Que era “disipación forzada”, dijeron los expertos.