Vislumbro
a espaldas de ti
tu otro sol
que ciega
mi encontradiza nostalgia,
que vistes de rubio
aunque estés
de duelo,
y la lluvia se deja querer
en tu pecho ambidiestro,
que enloquezco
lúcidamente
y sin reparos,
para que sientas
de mi puño y letra
la friolenta intemperie
que aprendí
en la tierra
como último desafío
a la gracia
de nuestro olvido,
mientras se sincronizan la pupilas
ganga de tus ojos eternos
en el alter ego
de nuestras presencias.