El amor es una llama poseída, inmortal en todo dilema de discusión. El hábito imparable de toda decisión, aquello involucrado en toda pasión. No es tan simple desistir el canto de sinfonías que vibran en tu piel, aquellos ilusionados pálpitos de emoción.
Es acogedor como te entregas a aquella ilusión, de la nada, con poca explicación, desafiando tu ser a enredarte en el abismo matriculado, de puro sentimientos y palabras melancólicas.
Es el ánimo indiferente, el clavel generoso que riega como jardinero las partículas de una mágica primavera. Entregándote aquel valle duplicado de rosas y perfumes, de ciencia de naturaleza.
No te agobies a él, y menos te entregues a su magia, mejor vive en su creación, definitivamente recitándote abreviaturas de aquel rompe cabeza, de una agobiada unión.
Que tus lágrimas perforen los cromosomas, que inviertan en todo el miedo que posees. Es imposible irritarte a aquello que nos sabes, superior es el sentimiento implacable.