La pequeña Natalia
de cara de muñeca
de ojos llenos de ternura
y color de blanca luna
jugaba con la gatuna.
Luego se aburría
era ella y solo ella.
Pues en la casa de los
abuelos había una gata
y les salía barata,
y peces y pajaritos,
que comen como ratoncitos,
y también desfilan en ella cientos
de hormigas obreras.
Y Natalia entre todos ellos
como linda saltamontes
brincaba sobre los sillones
con mucha alegría.
Uno instantes más
nuevamente encuentra
en que divertirse, entra
y tira los dados, dados
cargados por la fortuna,
y juega a la oca,
juego que se lleva en la boca,
y gana en el juego
juego que se lleva el viento,
y abuelita traviesa pierde,
hasta la canica verde,
y gana la sonrisa de un te quiero,
y echando al cielo reverenda
y sublime carcajada
cerca del alhajero.
Otro aburrimiento más,
y de pronto sus ojos
se avisparon en forma belicista,
al ataque, televisión a la vista,
sus sentidos relampaguearon
sin llegar al aguacero infernal.
Su sonrisa alargaba la tarde
haciendo un poco de alarde.
Sus ojos se fueron casi perdiendo
cansada veía caricaturas corriendo.
La niña en inocencia durmió
y un suspiro de ella salió
y angelitos a su alrededor
con tono acogedor
cantaban contentos
pues al verla dormir
ella era como ellos
manteniéndolos atentos.