Traigo estos versos para usted hoy.
Estoy asustada ante la dimensión de dos palabras.
Ahora es cuando mil preguntas me abordan.
Miro tus ojos y encuentro respuesta a todas.
Olvido todas mis tristezas a la orilla de tus labios, de tus brazos, de tu amor.
Siempre he temido ser quien ame más,
quien sienta más.
Al final no sé si seré la única consumida por el fuego ambicioso de mis emociones.
Pero ya da igual, solo quiero ser totalmente suya, sin dudas ni temores.
Siempre he temido a otras mujeres, me he recluido en la idea de que me dejarán.
De qué hay mejores, menos rotas, más bonitas, con un corazón latente, sin fríos ni desvaríos.
Y no sé cómo salga de este incendio, tal vez resulte de nuevo en cenizas,
pero mi persevante y tonto corazón quiere profundamente su calor.
No hay otros brazos en donde quiera estar.
Ni otro pecho en que llorar.
Y la calma que usted me da no la imagino en otro lugar.
Que amable y valiente ha sido usted en quererme.
Ahora permítame abusar y decirle.
Todos los mares se detienen por usted.
Es por usted que florecen los claveles.
Andaba pérdida en la soledad y usted se volvió una vela en este frío lugar.
Me habita el dulzor de su amor.
Oscilo en su recuerdo, eternamente a la espera del próximo encuentro donde a sus brazos y caricias me abandonaré.
Ahora bien, señor, con esto empezaré, otra forma de decirle, que lo amo, lo amo, lo amo.
Entre la distancia de la tierra al cielo se sabrá que hoy por usted libero estos versos, sellando y finalizando con un beso.