Tiembla la mano,
con miedo y con recelo
por las esquinas.
Pide limosna,
un poco de las sobras
de los pudientes.
Los ojos, tristes,
contemplan al que pasa,
indiferentes.
Tiemblan los labios
que piden y suplican,
un simple beso.
Y es que el vacío
responde a tus llamadas
dejando un eco.
Nadie contesta
y nadie se conmueve,
por tus suspiros.
Tiemblan las almas
perdidas, de los hombres,
en su camino.
Sendas muy largas,
repletas de guijarros
y socavones.
Solo el silencio
responde a tu llamada
desde la nada.
Rafael Sánchez Ortega ©
04/08/22