A veces siento que la inspiración de escritor se transforma en una vela.
ingenua, pienso que puedo escribir miles de escritos,
sean historias en libros, tesis, o poesía.
Así de inconmensurable me parece en un momento
la duración de la llama de la inspiración que siento.
Brotan, brotan y brotan las palabras;
por si mismas,
y sin que mi persona haga ningún esfuerzo.
Formando líneas y líneas que enuncian,
que narran y acucian,
que dejan constancia desde distintos mátices,
de ideas, de pensamientos y sentimientos.
Entonces parece que la luz de la llama durará para siempre,
y que la inspiración continuará iluminando siempre.
Más no obstante la cera, imperceptible y lentamente,
sigue consumiéndose,
y sin darse uno cuenta se ha quedado sin vela.
A oscuras en ese momento toma uno consciencia,
que la inspiración de escritor puede ser efimera como una vela.
Porque a oscuras las palabras no se ven,
se desea escribir y componer
pero a ciegas las palabras no se pueden hilar.
El mensaje no es claro y está pérdido.
Extravíada la inspiración en la espesura
de las tinieblas, para encontrarla deberás encenderla,
encender la vela.
Más ¿Te queda una vela?
Que la inspiración no es una luz eterna, ahora lo sabes.
Su tiempo de vida depende, al igual que el de la vela,
de su tamaño.
De su altura y anchura.
Sin embargo ¿Era ésta tu última vela?
O ¿Aún te queda inspiración para iluminar tus escritos
como alumbran las velas?
En ese caso..., si te quedan velas,
es tu tarea no solo encenderlas,
sino además descubrir,
como mantener la llama de la inspiración suscitada,
de la llama encendida que ilumina de forma cálida.