Carlos Hector Alvarez

Papá, mi querido viejo

Hoy te recuerdo
mi querido viejo,
con todo el amor del mundo.
El dolor de tu partida
caló hondo y dejó heridas
que nunca el tiempo
las podrá curar
De noche, al  cerrar los ojos
te veo parado al lado de mi cama
como cuando estaba enfermo,
y me pedías que me cuidara,
Sabía que sufrías tanto como yo,
aunque nunca lo decías.
Sané y te di las gracias
¿recuerdas, cuanto llanto derramamos?
¡Como para hacer crecer, un rio!
Después la vida nos unió de tal manera
que no éramos ya, hijo y padre,
sino sólo un sentimiento, amor.
Pasó el tiempo,  
los años en vano no pasaron,
nos fuimos acercando al final 
Te buscaba con el auto,  
nos íbamos juntos
al pago donde creciste y  orgulloso
me mostrabas la quinta de naranjas
que ayudaste a plantar a mis abuelos.
El doctor me había anoticiado de tu fin,
la enfermedad era terminal.
No sabía que hacer para verte feliz,
mientras acongojado, esperaba 
la hora, de la dolorosa  despedida
Después supe,  
que te lo habían anticipado,
lo disimulaste tanto como yo,
que no quería que lo supieras. 
Hoy, vi un saludo que decía
Feliz día Antonio, y tu nombre, 
tomó mi pluma 
para traerte hasta mi cama
mis ojos se nublan por el llanto,
la tristeza me aprieta el corazón
y me pregunto, 
si mis lágrimas son de alegría

al contemplarte 
o de tristeza, por no tenerte
al alcance de mis brazos,
que me lleva a derramarlas.
A fuer de ser sincero te confieso
están entreveradas, las de alegría
al saber que me recuerdas 
y vuelves para verme
y las otras, por no poder abrazarte
como entonces.