Dios mío, estoy aterrada.
Traigo un profundo cariño
Señor, a ese hombre lo amo,
pero las heridas sangran y mi corazón busca distancia.
Pero me persigue.
Su calor, el confort, la caricia al alma.
¿Cómo protegerme?
Mi Dios, solo tú conoces la dimensión de mi herida.
Y la intensidad con que amo, con que compongo melodías.
¿Qué hago ante esta nueva primavera?
¿Cómo evito volverme poesía?
Si este hombre me reescribe con tal bonanza y dulzura.
Dios mío, Dios mío, Dios mío.
Te suplico.
No dejes que este hombre me deje un vacío, ya no quiero el sentir de los viejos amoríos.
Mi señor toma mi corazón, que él lo encuentre contigo, que no me sumerja en lamento.